jueves, 25 de julio de 2013

Ángeles y demonios.

Tras comunicar a la empresa el "inocuo" problema cardíaco por el que he pasado, me he encontrado con que mi jefe "no cuenta conmigo" hasta, al menos, el 19 de agosto. Insiste en que debo recuperarme bien antes de regresar a mi puesto de trabajo, cosa en la que estamos deacuerdo, aunque estoy tan poco acostumbrado a esto de reposar, que la casa se me cae encima y estoy tan aburrido que me da por recordar viejos y olvidados vicios...

No me hubiera sido fácil ponerme a fumar en el hospital, aunque tampoco me apetecería tras más de dos años de resistencia anti-nicotínica. Hay otros vicios que se pueden hacer desde una cama ortopédica, como por ejemplo, explorar el ordenador a fondo y repasar carpetas que debiera borrar, porque lo único que hacen es ocupar espacio, y que sobreviven a lo largo del tiempo ya que tienen un cierto valor sentimental. Entre ellas, y en especial, hay una llamada "historias", en las que guardo textos, cuentos, argumentos y documentos varios relacionados con una de esas antiguas aficiones... Hace años, quise ser escritor.

Mis andanzas literarias comenzaron con pequeños cuentos e historias. De momento no había vulnerado ningún derecho humano, ni había violado los Tratados de Ginebra al hacer que familiares y amigos se leyeran dichos textos y me dieran su opinión aunque, en ocasiones, imagino que alguno hubiera preferido aplicar corriente de alta tensión en los lóbulos de las orejas, antes de tener que leer otra de mis intrigas.

Mis argumentos por aquel entonces eran de lo más heterogéneo. No me centraba en un estilo, es más, el siquiera insinuar que pudiera tener un "estilo" debiera estar penado con varios años de cárcel, aunque supongo es lo que sucede cuando tienes "un pavo" picoteando continuamente en la frente, eres inconstante y te distraes con el maullido de un gato de escayola. Incluso estos días, me he "chocado" con una historia donde el narrador fallecía.


No recuerdo si fue una crítica especialmente buena en alguno de mis cuentos o historias la que me animó a comenter mi primer "delito grave", que sobrevino en forma de novela y como terapia a un año especialmente... extraño, en el que no me acostaba sin que alguna cosa no me impactara física o emocionalmente. Mis niveles de estres eran tan altos que el pelo se me caía a puñados, pequeñitos, porque ya hacía tiempo que iba perdiendo espesura capilar... Se llamaba "Reflexiones de un Verano" y en ciento treinta y siete folios a doble cara, no había ni una sola reflexión que justificara el título. Bueno, no lo sé, porque en nuestro reencuento, muchos años depués, a la tercera página se me saltaron los cristales de las gafas, que decidieron no sufrir más y suicidarse.

Por aquel entonces no existía internet, o no se había comercializado de forma masiva, así que tuve suerte de no poder autopublicarme digitalmente, ya fuera en un blog o foros de aficionados, porque hubiera incurrido en delitos de lesa humanidad al llegar a un segmento mayor de población.

El "no triunfo" de este mi primer intento no me desanimó. Consulté con un familiar, periodista, gracias a dios no queda constancia de aquella contestación, porque no creo que fuera precisamente buena, diplomática a más no poder seguramente, pero no buena. Visto que no iba a conseguir nada con el género de... bueno, supongo que compartiría estantería con biblias satánicas, novela rosa, libros de autoayuda y programas electorales, lo intenté con el género de fantasía.

Mis siguientes escritos estaban relacionados con un mundo inventado que versaba sobre ángeles y demonios, (con permiso de Dan Brown) brujas y humanos, batallas medievales y un protagonista que se parecía sospechosamente a mí. Decidí no darle mucho bombo al tema y trabajar compartiéndolo sólo con un par de personas, las cuales, casualidades de la vida, ya no comparten mi camino.

Pasé los siguientes cuatro o cinco años escribiendo casi siempre sobre lo mismo. Historias épicas de no más de diez folios en los que los protagonistas siempre eran los mismos. No sé si decir "por desgracia" o "por suerte" muchas de estas historias se encontraban en un disco duro, cuya memoria decidió borrarse una tarde de octubre. Quise hacer justicia a mis personajes ya que, según alguna de las pocas personas que lo leyeron opinaba que "mejoraba cada nueva historia" lo que fue suficiente para motivarme y lanzarme en lo que sería mi segunda novela, proyectada en dos libros, quizá en trilogía "si me calentaba".

Y así nació "El Sello de Luzbel", cuyo inicio posteé en este blog, en la entrada "El baúl de los recuerdos".

La que por aquel entonces era mi pareja, casualidades de la vida, ya no lo és, fue la que más sufrío esta historia, ya que se ofreció a leer cada página y dar su opinión al respecto, aunque también recuerdo enviar algún email a familiares o amigos pidiéndoles su opinión. Creo que es por estas fechas que mi señor padre deja de leer cualquier cosa que provenga de mi "puño y letra", salvo mis actuales "güachap", a los que tampoco hace demasiado caso.

Tardé casi seis meses en finalizar el libro, de ciento veinte folios a doble cara, y las pocas personas que se lo leyeron constataron una notable mejoría sobre el manuscrito anterior, aunque tengamos en cuenta que el texto impreso en una caja de cereales es infinitamente mejor que aquella... cosa. No tiene mérito.

Por una cosa o por otra; Obligaciones laborales, el rítmo de vida adulta o quizá, amenazas de muerte, la segunda parte quedó archivada, a la espera de otro arranque de inspiración de unas musas que nunca más volvieron a visitarme, para darme las ganas e inspiración y seguir escribiendo.
La humanidad respiró aliviada por mi "retirada" de las letras y ya no escribí, salvo algunos emails periódicos, cuya respuesta siempre volvían calificados de "graciosos" o "salerosos".  Parecía que había encontrado mi estilo, justo cuando dejé de buscarlo.

La "culpa" de este blog, realmente la tiene mi familia y amigos, destinatarios de aquellos correos, que me hincharon el ego, alabando hasta los SMS que escribía.

No digo que esté relacionado, pero desde que lo escribo, no paso más de dos meses en la misma casa, no sea que aun me busquen por mis "crímenes pasados"












 








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