lunes, 9 de diciembre de 2013

Mudanza

Por una vez he querido escribir un artículo con "rigor periodístico", esto es, serio, investigando, leyendo informes y opiniones de todas las partes implicadas en el tema: La quema de residuos (lodos de depuradoras, entre otros) por parte de la cementera Lafarge de Montcada i Reixac, localidad donde resido actualmente, entre algún que otro tema más doméstico... Y como suele pasar, se produce la colisión cataclísmica resultante de enfrentar intereses económicos y políticos vs. derechos sociales y de salud de los residentes en las cercanías de la planta.

Abrumado por la complejidad del tema y mortalmente aburrido por la cantidad de información "pro" y "anti", de la que me he empachado en pocos minutos, he decidido sostenerme en la fría lógica para hacer constar mi opinión: Todo lo que sea meterse algo más que oxígeno en los pulmones, no puede ser bueno, y mucho menos si son gases (y, fácilmente, partículas, y a saber que más) procedentes de la quema de residuos... por lo que, mi dictamen final es que, Cementos Lafarge, nos quiere a todos muertos. Es una afirmación, quizá un poco dura... No nos quiere específicamente muertos, (como el Sr. Philip Morris que tampoco nos quiere muertos) al menos de forma inmediata, pero colaborará de forma activa en la contención de la superpoblación mundial en los próximos años.

Dicho esto, otorgo todo el peso del mundo a la información, que he "pescado" navegando por la red, de un estudio universitario, que revela, que la exposición continuada al ambiente que genera la cementera, en un radio de unos cinco kilómetros, producirá un aumento de casos de varios tipos de cáncer y problemas respiratorios en la población, por lo que... se impone una decisión arduamente estudiada... (durante unos quince segundos): abandonar la zona como una rata en un barco que se hunde, para dejar de exponernos a futuros problemas de salud.

¡Qué gran pesar me invade! el tener que plantearme "la evacuación" (no hablo de acciones escatológicas) estoy seguro de que  el verme "obligado" a volver a "mi pueblo adoptivo" me va a quitar el sueño... la posibilidad de poder volver, perdón, de tener que volver a Cornellá, mi querida Cornellá, "me asquea" profundamente... el que no pille la ironía es, simplemente, que no entiende el significado de las "comillas", así pues, creo, que ha quedado suficientemente claro.

Haciendo memoria, me doy cuenta del historial de mudanzas en mi haber. No es que no pueda vivir más de seis meses en el mismo sitio. Puedo. Además, quiero... las doscientas o trescientas mudanzas de los últimos años no tienen, absolutamente, nada que ver, pero me considero un inconformista, lo que en este ámbito en concreto también se conoce como "culo-de-mal-asiento". En mi defensa diré, que aplico a mi vida aquella frase que reza: "No te conformes hasta que lo mediocre sea bueno y lo bueno, lo mejor"

Pero esto implica luchar. Y luchar suele ser una aventura. Mis últimas mudanzas, buscando habitación, quedaron reflejadas ya en este blog.

Ahora que soy un tío experimentado, curtido, conocedor del asunto inmobiliario-de-alquiler, puedo decir que, voluntariamente, llevo sometiéndome semanas a uno de los peores círculos del infierno. Buscar piso.

Pisos que no son lo que parecían... comisiones, suministros pendientes de pago, fianzas y avales imposibles... cuchitriles peligrosos... vecinos "cabroncetes", inmobiliarias que, económicamente, parecen vivir en universos paralelos... en mi larga experiencia he visto de todo, y por lo que sé,  podré escoger dos caminos. A saber:

Las inmobiliarias. Acaparan ampliamente el mercado. Son poseedores de una "cartera" que, así a ojo de buen entendedor, llega fácilmente, sin agobios, al setenta-y-cinco-por-ciento de los pisos, casas y chabolas varias que hay en el mercado. Sus oficinas suelen colocarse en zonas populosas, de gran afluencia de "pardillos" a los que chupar la sangre. En apariencia son locales normales, con algún que otro trabajador, algún ordenador y muchas fotos de casas varias. En apariencia todo es normal, salvo que en algún lado hay un sitio oscuro, con un ataúd. Pero por la noche, ningún trabajador sale andando por la puerta. Esperan a que nadie mire y, tras activar la alarma, salen volando por la ventana en forma de murciélago. Vampiros que van a sumergirse en la sangre de sus víctimas diarias.

Suelen tener condiciones ventajosas para los dueños, les hacen la pelota y les mandan de vacaciones al Caribe. Lo que sea por conseguir la gestión del piso... Como contrapartida, al inquilino potencial, esa alimaña, desde el momento en que entra en la oficina buscando información, se le mira con desconfianza, hasta que demuestre que no es un terrorista peligroso, culpable de los peores delítos económicos, fiscales y a saber que más actividades depravadas. Es por ello que el potencial cliente, bicho rastrero, tiene que demostrar su integridad.

Las agencias inmobiliarias, son un lugar donde la presunción de inocencia no existe.

El proceso de "aportación de pruebas" suele ser largo, trabajoso y realmente caro. El presunto defraudador, persona peligrosa, mala gente en general, debe aportar, como poco: DNI o pasaporte, Seguridad Social, declaración de la renta, las últimas cuarenta-y-cinco nóminas, certificado del banco, de hacienda, de la guardia civil y demás cuerpos de seguridad del estado, análisis de sangre, el genoma personal, certificado de la pureza de su familia de III Reich, la firma de un político honrado y, finalmente, un pelo de unicornio.

Aun presentando toda esta documentación, nada garantiza que se te vaya a dar la oportunidad de alquilar algo, es más, se reservan el derecho de darte una paliza en cualquier momento. Casi sale más barato buscarse una hipoteca.

Por otro lado, el propietario directo, que representa el veinticinco-por-ciento de la oferta del pisos, y que decide no ceder su piso a una agencia, está catalogado por la UNESCO como una especie en grave peligro de extinción.

Suele ser un animal temeroso, asustadizo, rara vez se deja ver a la luz del día y es tremendamente complicado de encontrar. Su hábitat, suele encontrarse en círculos de amistades o familiares, excepcionalmente en internet. No hay un recuento oficial de sus miembros, pero se sabe que son extremadamente raros.

Tiene un carácter arisco y desconfiado. Un gato antisocial es un animal tremendamente más fiable que este elemento.

Por lo general, la negociación con esta rara especie es difícil. Suele vivir casi tan alejado de la realidad económica como las agencias inmobiliarias de las que hablábamos antes, ya que siente que necesita vivir con un príncipe, como poco, y su percepción, suele ser que hay que sacar el máximo partido posible a su guarida particular. 

Recientes estudios, han determinado que estos seres tienen algo de ADN diluido de los antíguos dragones. Seres codiciosos que vivían obsesionados con el oro y solían arrasar poblaciones, castillos y explotaciones de este metal, con el fin de acumular la máxima cantidad posible del precioso metal.

No todos tienen este antiquísimo ADN, que les otorgan ese particular caracter, pero esa rama de propietarios son minoría dentro de la escasa especie de la que hablamos.

Tras pasar por la consulta de mi psiquiatra de cabecera y de la preceptiva revisión médica que acredita que seré física y mentalmente capaz de soportarlo, ya he establecido los primeros contactos y recibido las primeras dentelladas por parte de las agencias inmobiliarias. 

Me queda mucho camino por delante.


























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