viernes, 18 de julio de 2014

Curso para padres (I)

Siempre fui de la creencia que, el instinto paterno, aparecía en el mismo momento que "la-segunda-rayita-roja" del test de embarazo pero, a día de hoy, cuando mi "bichito" va rondando las siete u ocho semanas desde que hizo abuelos a mis padres, dicho instinto no ha hecho más que empezar a crecer, quizá al mismo rítmo que lo hace mi retoño.

No sé cuantas veces he podido leer la entrada que hice en su día "Paternidad", a modo de preparación, en el que esbozaba algunas líneas de lo que podría ser un manual de instrucciones que debería acompañar a todo  recién nacido recorriendo, por capítulos, desde la más tierna infancia hasta la adolescencia y la madurez de la criatura. Ahora, cada noche que paso en "mi pecera de cristal" aprendiendo un poco, gracias al "gugel", como será mi papel paterno a través de otros que, en su día, se enfrentaron a lo que va a tocar a mí en pocos meses, me encantaría ser propietario de uno de estos manuales, recibido por correo certificado junto con una intravenosa de tila y el famosísimo "Carnet de padre", al entregar la prueba positiva en la farmacia.

Como esto, a día de hoy, es poco probable, voy a comenzar mi propio manual, obviando (obviamente) la teoría sobre "como-fabricar-un-bebé", ya que internet está lleno de documentos gráficos que enseñan, en parte, cómo deben acometerse estas maniobras y ya se sabe que una imagen vale más que mil palabras.

Y vamos allá.

Suele ser responsabilidad de un futuro papá el traer a casa un test de embarazo, mayormente por que la futura mamá se estará aguantantando las ganas de hacer pis, líquido imprescindible para acometer dicho test. Su misión en este sentido suele terminar ahí, ya que ante los nervios que abruman al futuro "modelo-paterno", sea por inmadurez ante este reto, sea por accidente o sea por lo que sea, la habilidad manual del esta especie de homínido suele irse poco menos que "al carajo", y podría suceder que, al abrir la prueba y pasársela a su paciente compañera, sentada en el wc, dispuesta a impregnar la tira reactiva de las hormonas que indicarán lo que tienen que indicar, este llamado "mamífero-superior" se corte en un dedo con el prospecto, rompa el espejo con el "capuchón" que proteje la prueba, o deje sin luz a todo el edificio al meter la propia prueba en un enchufe, en estos tiempos en que todo parece necesitar ser recargado.

La presunta premamá no debe alarmarse ante las vueltas, sudores y palideces de su compañero, pero debe tener la precaución de cerrar con llave la puerta de la vivienda, o donde esté en ese momento, avisar a aeropuertos, puertos y estaciones de transporte con una foto del individuo para evitar su fuga del país, incluso sería buena cosa colocar un localizador GPS en el vehículo del elemento en cuestión.

En cuanto al tiempo de espera para conocer el resultado, en estas líneas va a caer uno de las grandes mitos sobre este tema, usado infinidad de veces en las películas, donde "el-sr-Hollywood" era capaz de desarrollar una trama entera en lo que va pasando la película y el resultado se iba desvelando poco a poco.

Quizá está hecho a propósito para que el futuro padre no tenga tiempo de reaccionar, pero los famosos "de-tres-a-cinco-minutos" que tarda en aparecer, o no, la segunda raya que confirmaría el estado de embarazo de la mujer, son poco menos que una patraña. ¡Ni quince segundos! nada más comenzar el tiempo de espera ya comenzaba a sombrearse, a dibujarse, a manifestarse la confirmación. ¿Suspense? ¡Una leche!

Una vez el nuevo "pre-papá" ha recuperado la consciencia, es hora de enchufar el cargador del móvil (ahora sí) y comenzar a llamar a los seres queridos y demás satélites familiares. Padres, hermanos, titos y titas, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, ambulatorios, tiendas del barrio, al mecánico, a la farmacia, a cualquiera que se cruce uno por la calle, ya que uno de los efectos secundarios de "estar embarazados" es la imperiosa necesidad de comunicárselo a todo aquel que tenga oídos para escucharlo.

La primera vez que los futuros padres pisen la calle, tendrán las impresión de que están volviendo a  descubrir el mundo. Aunque vivieran en un desierto, en el exterior, únicamente verán niños pequeños, embarazadas y parques por todos lados. Descubrirán una nueva cualidad de la física que hasta ahora les había pasado desapercibida: Las tiendas de ropita-de-bebé, mueblecitos-de-bebé, juguetitos-de-bebé y todo lo que pueda ser de-bebé, ejercerá en ellos la misma atracción gravitatoria que si se tratara de un agujero negro, no tanto para el padre, pero sí para la madre, que arrastrará sin piedad a todas y cada una de estas tiendas a su compañero. La televisión también parecerá gritarles en cada anuncio: Leches de continuación, colonias, cremas, pañales... todo parece confirmar su nuevo estado, incluso la protagonista de la serie favorita, se habrá quedado embarazada.

Las noches tomarán una importancia desconocida hasta entonces, porque como aquel que se prepara para dejar de fumar sabrá que, en poco meses, el dormir más de dos horas seguidas, quedará tan fuera del alcance de los nuevos padres como ir en bicicleta a la luna... Cada segundo de sueño debe ser tomado como un regalo ya que, en breve, será un lujo inalcanzable.

Y como prometí a mis "satélites-familiares" en mi ronda de llamadas, este nuestro blog, se va a llenar de pañales, antojos y olor a nenuco... pero con mi inconfundible estilo que espero ser capaz de transmitir a la próxima generación. 






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