lunes, 18 de noviembre de 2013

Visitantes de la noche (II)

Y yo que creí que lo había visto prácticamente todo, en mi "pecera de cristal", cuando en mi segunda semana después del alta, creo haber pasado los días más extraños de mi vida laboral.

No, no se me ha aparecido ningún fantasma, aunque trabajando de cara al público no es una afirmación estrictamente cierta. Tampoco tiene que ver que mi puesto de trabajo se encuentre al lado de un cementerio... No voy por el lado "paranormal".

Mi particular lunes, esto es el miércoles de cualquier persona normal, ya que los dos primeros días semanales tengo "fiesta", de camino al trabajo, estaba tonteando en el metro con una niña pequeña, poniéndole caras y haciendo tonterías, para regocijo de la pequeñaja que se reía a carcajadas, cuando una señora mayor se plantó a mi lado en la puerta y me dijo: "cómo se nota los que ya soís padres". Sí, sí, es una confusión sin importancia, que le podría haber sucedido a cualquiera al tener cierta "química" con las personas pequeñas, lo extraño, es que como cualquier "lunes" entré en el supermercado de la esquina a por mi suministro semanal de agua, cuando a la cajera, que ya prácticamente cerraba la caja, le hice saber la envidia que sentía por la finalización de su turno y el principio del mío. Dormir de noche es un placer que no todo el mundo aprecia plenamente. Su pregunta entonces fué lógica, sabiendo que trabajo de noche: ¿Qué has hecho tú todo el día?.

Normalmente durante la mañana, intento dormir. Me meto en la cama alrededor de las siete y procuro no levantarme antes de las tres-y-media o cuatro de la tarde. Pero esa mañana, la pequeña de los vecinos de abajo no paraba de llorar, lo que evitó mi correcto reposo. Llegados a este punto, a la chica del supermercado que me preguntaba que había hecho durante el día, le contesté "soportar a una niña que no paraba de llorar durante toda la mañana" a lo que con su salero y desparpajo andaluz, me espetó con cara de satisfacción "es lo que tiene ser papá".

¿Ya tengo cara de padre? ¿Se supone que ya puedo ponerme "morao" de huevos? en alusión al famoso dicho "cuando seas padre comerás huevos". Que me llamen "papá" dos veces seguidas en unos minutos es una extrañeza, que se queda en anécdota de no ser por que el resto de la semana es un compendio de  acontecimientos poco habituales. La perla sería que mi mujer estuviera embarazada.

Seguimos. Ya en una ocasión, una joven, que debió perder una apuesta, se me acercó en sujetador a la ventanilla para preguntarme una memez. Cabe decir que llevo aquí metido cerca de dos años y que en ese tiempo, varias veces han toteado conmigo, y con tantas noches en mi currículum he visto muchas tonterías de parte de mi clientela.

Acababa de despachar el pedido de una chica, que consistía en hielo y bebida, y le acababa de dar la cifra que debía pagar. Me preguntó si podía pagarme "de otra forma" a lo que, vista mi cara de "¿Lo qué?" se subió la camiseta y dejó al aire sus generosos pechos. Tardé unos segundos en recuperarme, tras lo que añadí que aún así debía pagarme el importe, ante el cachondeo de la jauría de chicas que la acompañaban. Una vez más, no sería una cosa tan extraña, de no ser por que la misma noche, una de las chicas que "venden sus servicios" cerca de mi "pecera", y a la que se lo estaba contando, debío de hacerle gracia ver la cara que tuve que poner ante semejante espectáculo, y para asegurarse que la imitaban correctamente, se bajó el escote y me enseñó, ella también, su delantera. Mi cara de desconcierto debe ser divertidísima, y la voz debío correr, porque una tercera chica, a la noche siguiente, me enseñó el modelito de tanga que llevaba y se fué riéndose como si no hubiera un mañana.

Una de las noches que estaba reponiendo neveras y hielo, con televisión y radio apagadas, comencé a escuchar como una locución, una voz que salía de un altavoz. Me asomé con curiosidad, ya que estaba seguro de haber apagado todos los dispositivos que podían emitir, incluso había revisado que no hubiera llamado por error a nadie y estuviera desgañitándose para avisarme, cuando me encontré con un latino, sosteniendo una cerveza, apoyado contra el cristal, contándole su vida a un "amigo invisible". No quise interrumpirle ya que contaba apasionadamente al vacío como "ella" había cambiado su vida. Incluso hacía pausas, como si la presencia con la que dialogaba le estuviera hablando, y respondiéndole a preguntas que sólo él podía escuchar. Me acerqué despacio, con las manos en los bolsillos y con cara de "pero-qué-me-estás-contando" y me quedé mirándolo unos momentos, escuchando sus desvaríos. Una vez hubo terminado, me miró, levantó su vaso, y partió tambaleándose y hablando.

Hubo algunas cosas más, que a ojos del no-expero pueden no parecer tan raras, pero que dada la infrecuencia con la que suelen pasar, el que ocurran dos veces en una sola semana resulta raro: Taxistas amables, billetes burdamente falsificados, por no decir fotocopiados y nombres como "Stalin Ecuador" (real) han adornado mi regreso a primera línea.