domingo, 20 de enero de 2013

Se alquila habitación

Quizá esté llevando un poco más allá de su significado el término "hombre objeto". No me refiero en absoluto al sentido figurado de la expresión, si no que lo digo literalmente y es que, mañana, por sexta vez en poco más de un año, me cambio de habitación, aunque es más correcto decir que "me mudan"

Se dice que cuando se encuentra un buen médico no hay que cambiar, y esto mismo lo voy a aplicar a mi compañera de piso que, aunque tiene un pronto "enérgico" cuando se la despierta, por accidente (claro), hay una relación lo suficientemente buena, como para seguirla a una nueva morada ya que, por una cosa u otra, tenemos que dejar el piso donde estamos.

Ni es fácil ni es común encontrar a una persona con la que se pueda convivir. Mi amplia experiencia en el tema, demuestra que es, de hecho, casi imposible, bien por diferencias de personalidad, bien por que el/la individu@ está como una regadera, el choque cataclísmico es casi inevitable, y cuanto más tiempo se comparte vivienda, más violento es. 

Hace algún tiempo, en Murcia ciudad, compartí piso con dos hermanos, a cada cual más loco. Eran de esas personas, cuya madre, durante el embarazo, debía de haber ingerido cantidades ingentes de liquido de frenos, como poco. Tenían ideas estúpidamente conspiranoícas, del estilo "algunos productos de primera necesidad, (como el arroz, la leche...) llevan chips para controlar los hábitos de consumo, con fines publicitarios" ante lo cual, no puede uno si no fingir compartir la idea con simulado entusiasmo, decir cuatro o cinco paridas del mismo estilo y luego correr a la ferretería más cercana, comprar e instalar un pestillo a la puerta tamaño "tranca medieval" y dotar la entrada de la habitación con matacanes para el plomo derretido, aunque parezca un poco exagerado, es casi recomendable. Nunca se sabe.

En casi cada una de mis seis mudanzas por la ciudad de Cornellá, hay alguna anécdota o anécdotas destacables.

Mi primera mudanza, en mi esperado regreso a Cornellá, (si bien no fue como hubiera deseado en un primer momento) fue a una pensión especializada en estancias largas.
A lo largo del tiempo he aprendido a "no decir nunca, nunca jamás" y no lo diré, pero sí que puedo asegurar, llegados a este punto, que sólo volvería allí si me encontrara amenazado de vivir en la calle, sin ropa, con una ola de frío que mataría a un pingüino con chaquetón y con un batallón de lanceros-a-caballo, amenazando con atravesarme con sus más que afiladas armas.
La cama era pequeña (casi me caía por los dos lados, estando tumbado de costado) y espectacularmente incómoda, hacía casi más frío en el interior de la pensión que en la calle, y el olor... ni encerrando un cerdo muerto, media tonelada de huevos podridos y el aliento de mi profesor de pretecnología del cole (Don Enrique, alias "el mosca", cuyo mote fue obra mía) en una cámara hermética, se conseguiría reproducir semejante peste, procendente de la habitación de mi vecino... desconozco que puñetas hacía en su interior para destilar semejantes efluvios. 

A pesar de todo, no era la habitación más económica de la que pude... disfrutar, de modo que, tras mucho buscar, encontré un piso al que mudarme, donde además de tener baño propio, tenía derecho a cocina.


Desconocía que, al cruzar la puerta, con mi ropa y chismes a cuestas, cual caracol, no estaba entrando en una casa, si no en el "octavo nivel del infierno" de Dante, concretamente en la séptima fosa (la de los ladrones).

Me llamó la atención cuando entré, que  la "cabeza de familia", madre de dos hijos y divorciada, insistiera, más allá de un simple consejo, que pusiera un candado en la puerta. Supongo que, echando mano del refranero, "cree el ladrón que son todos de su condición".

Aquel lugar, más que una vivienda, era una mezcla entre un drama "basado en hechos reales" y lo que imagino que será "Gandía Shore" (MTV) que jamás lo he visto, ni lo veré, pero me sobra con algún aislado comentario para entender, que es una oda al "palurdismo", el sumun de la telebasura, "Gran Hermano" elevado a la enésima potencia

La madre, divorciada de un expresidiario, prometida con un estafador condenado, pésima educadora de sus dos hijos, que crecían en estado semisalvaje, uno de ellos, en pleno "pavo" y apuntando maneras de futuro delincuente y la niña, aspirante en unos años a ocupante-de-esquina-en-barrio-poco-recomendable.

Una de las habitaciones la ocupaba la futura suegra de la "titular" del piso, condenada en juicio por estafa junto con su hijo, ya enchironado, y a la espera de entrar a la cárcel. Los fines de semana, la "santa" señora, por supuesto, se declaraba víctima de un error judicial, se traía a sus nietos, dos pequeñajos hiperactivos, uno de ellos con indicios de enanismo. El resto de la semana los tenía la otra abuela, ya que la madre también estaba en la cárcel.

¿Pero dónde coj... carajo me había metido?

Aquello, demasiado a menudo, era como un campo de batalla; la suegra le gritaba a la nuera, quien respondía devolviendo el "berrido", que además acusaba al niño de la nuera de cualquier cosa. Su madre entonces la tomaba con él, y este respondía atizando a la hermana, la hermana se iba llorando, cuando entraba el padre expresidiario, que tenía llave, y le atizaba un bofetón al mocoso que le hacía saltar los lunares, a todo esto había una gata pululando, que durante los "combates" tenía el buen juicio de venir a mi habitación o esconderse en algún rincón. Entre tanto, yo en la posición de "el loto" con las piernas cruzadas, los dedos haciendo "la rosquilla" y los antebrazos apoyados en las rodillas, levitaba de pura concentración mientras recitaba mi "mantra": aaauuuuummmmmmmmmmm... Paso de todooooaummmmmmmmmm...

Pasé poco tiempo en ese piso, no tardé mucho en empezar a buscar otro, aunque sí en encontrarlo. Finalmente me mudé con una familia rumana, a una habitación mucho más grande.

Fueron días tranquilos, hasta que comenzó a hacer calor. En una habitación interior, en un ático, con el sol pegando todo el día en la azotea... mi habitación se convirtió en un horno. Como conté en su día en la entrada "glaciación" me encontré luchando cada mañana, al llegar de trabajar, con bacterias termófilas hipertrofiadas, que durante la noche, con todo cerrado y sin pizca de aire, crecían espectacularmente debido a las altísimas temperaturas que alcanzaba la estancia, hasta que estas, llegaban fácilmente al tamaño de gatos.
Más de una noche libre, me vi paseando a las tres y cuatro de la mañana porque no podía estar en mi habitación.  En uno de esos paseos, me decidí a cambiar de aires...

En mi juventud salí con frecuencia a la montaña, incluso, en Protección Civil, hice un curso de espeleosocorro, pero hacía años que no había vuelto a tocar la cosa montañera... hasta que aterricé en la nueva habitación. Mis andanzas alpinistas las conté en "Altitud" cuando me encontré viviendo en otro ático, en la misma Rambla de Cornellá, al que se llegaba através de unas infernales escaleras, que mis rodillas no aguantaron. Además de aquellos setenta y nueve escalones, altos como la madre que los parío, había tres detalles que me mataban, a saber:

  • Un aseo tan pequeño que siempre tropezaba con todo.
  • Unas cucarachas en la cocina, primas hermanas, al menos en tamaño, de las bacterias termófilas de la otra habitación.
  • El horrible olor de píes del "titular" del piso. 
Me encantaba aquel piso y aquella habitación, es cierto, pero a pesar de los pesares, tuve que buscar otro sitio donde meterme ya que no soportaba los bajos niveles de oxígeno en altura, las altas dosis de ibuprofeno para las rodillas, que me iban a hacer un agujero en el estómago, y los interminables ascensos por aquella claustrofóbica escalera.

La cuarta mudanza, "resbalando por el mapa de Cornellá"de norte-a-sur, aterricé en el piso de unos brasileños, después devarios intentos, en los que alquilaron la habitación a otra personay yo, fui segundo plato.

Aspiradoras a las 11 de la mañana, una niña que no paraba los fines de semana, el cercano "mercado central" y un tio resfriado de la zona de descargas, que pegaba unos estornudos a las 7 de la mañana, mi hora de acostarme, que hacía temblar los cristales... y un susto tremendo el 21 de noviembre, que relaté en "¡Emergencia!"

El resto, lo dejaré para más adelante, ya que de momento, mi estancia con mi actual compañera ofrece poca o ninguna "chicha" sobre la que chismorrear...








1 comentario:

  1. ¡Hola, Luis! Tu relato es muy entretenido )) Ademas, refleja muy bien la dura realidad de la situacion con alquiler. Mudando del un piso al otro y narrando tus experiencias y dificultades pareces a un Marco Polo barcelonès. Un nuevo Marco Polo que encuentra la nueva gente, las nuevas culturas (o ausencias de ellas), los peligros (reales or imaginarias para nosotros, lectores). Gracias a ti por tu talento y tus sabrosos frutos literarios. ¡Saludos por parte de tus lectores en Ucrania!

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