El miércoles me levanté temprano, durante la mañana me moví bastante ya
que hice algunas gestiones pendientes, y como la noche anterior había
dormido bastante bien, por la tarde apenas si pegué ojo. Esa noche en el
trabajo fue movida, no vino mucha gente, pero era uno detrás del otro,
tenía que reponer mucho producto que no se repone cuando no estoy y
cuando salí de trabajar, a pesar del hambre que tenía porque la ensalada
que me llevé olía raro, solo me apetecía irme a dormir, pero hacía días
que había quedado para jugar y ya le había retrasado el partido 3
veces...
Mi contrincante tiene un nivel parecido al mío, los
peloteos suelen ser largos y a veces intensos, para ganar el punto hay
que dar mucho raquetazo, y a menudo, acabas sin aliento. Ya no hace
demasiado calor pero cuando el sol empieza a tener altura, aun se
recuerda el verano...
El primer set había llegado al tie-break,
ninguno de los dos daba señales de debilidad y sólo una pelota a la
cinta de la red que volvío a mi campo decidió el set que había durado
casi una hora.
No tardamos en reanudar al partido, como iba por
detrás en el marcador, empecé fuerte intentando llevar a mi rival de una
esquina a otra de la pista, pero para que no te hagan lo mismo, la
diferencia de nivel tiene que ser aplastante y este no era el caso, de
modo, que a veces corría él y a veces corría yo.
No había roturas
de saque, hacia el tercer juego, (2-1 a mi favor) los puntos duraban
una eternidad, y cuando estaba a punto de ganar el juego para ponerme
3-1, durante una carrera para alcanzar una dejada, noté que algo iba mal
y sin que me diera tiempo a pararme se "apagó la luz".
Cuando
volví en mí estaba tirado en la pista, rodeado de gente, con las piernas
elevadas, un suero en el brazo izquierdo y había dos médicos de la
clínica del club a mi lado. Me dolía la cabeza, apenas notaba las
piernas, y me sentía húmedo y frío... La doctora argentina (creo) me
estaba hablando, pero no terminaba de entender lo que me decía, afiné el
oído y conseguí entenderla, "mírame".
Mis primeras palabras, aun
confusas, según me contó luego el compañero fueron: "¿qué ha pasado con
el punto?" una buena pregunta que hubiera hallado respuesta si mi rival
la hubiera sabido, ya en plena carrera, con la raqueta extendida, ya
resbalando sobre el suelo de tierra batida para alcanzar la bola, me
puse blanco como la pared e inmediatamente me fui al suelo en una
posición poco ortodoxa, con una pierna para cada lado y con la cara
contra la pista, después de un patinazo digno de un coche de fórmula 1,
siempre según lo que me cuentan, aunque la realidad en estas cosas se
tiende a exagerar, aun así imagino que en el caso contrario, me hubiera
desentendido de que fue de la pelotita.
Aun en el suelo, la
doctora me explicó que cuando llegaron mi tensión era de 3/6 y mis
niveles de azúcar apenas llegaban a 60, esto se traduce en una lipotimia
como la copa de un pino. El poco sueño de las horas anteriores, el no
haber cenado, el calor y el esfuerzo me terminaron derrotando
(literalmente).
Me ayudaron a levantarme y me llevaron a la clínica
donde estuve hasta que el suero terminó de entrar, me revisaron una vez
más y una vez comprobado que estaba bien, me duché y me fui a casa.
Mientras caminaba hacia casa me sentía como un muñeco de trapo, tanto
que me tuve que sentar varias veces de la flojera que tenía. Subir los
79 escalones que me separaban de mi cama, fue casi una tortura.
Al
estirarme en la cama me debí quedar casi instantaneamente dormido, ya
que lo último que recuerdo es colocar la cabeza sobre la almohada.
Nunca
me ha gustado ser el centro de atención, he conseguido desarrollar la
técnica de "pasar desapercibido" siempre que me ha interesado, pero me
da la impresión de que todo el mundo sabrá quíen soy cuando vuelva al
club. Seguramente este último partido pasará de boca en boca entre los
socios hasta convertirse en leyenda.
Dentro de unos años, los
neófitos que se estrenen en la pista central contra socios más antiguos,
tras el partido estos les comentarán que en esa pista "murío" un
jugador. Cada generación inventará nuevos detalles y dentro de una
década (más menos) "la bola" de rumores se habrá hecho tan grande que
habrá una recogida de firmas seguido de un torneo con grandes estrellas
del tenis para que le pongan mi nombre a la pista. Los periódicos y las
televisiones se harán eco y entonces encontrarán en la red el "Mar Menor
Open" y la recogida de alimentos, la semana solidaria del deporte de
Cornellá (próximamente) y vete a saber que más... se ensalzará mi nombre
y se me atribuirán grandes logros y hechos milagrosos... por todo el
mundo los telediarios harán entrevistas en la calle a la gente, que dirá
ante el micrófono (con una lagrimita cayéndoles por las mejillas) que
mi esfuerzo hasta la muerte para alcanzar aquella bola les inspiró para
luchar por sus objetivos, cada cual los suyos, y se escribirán libros en
mi honor e incluso quizá alguien haga una película... entonces entraré
en el club de personas "entronadas" mediaticamente, junto con Steve
Jobs, mientras que personas como Wilson Greatbatch,
inventor del marcapasos ( y que por tanto ha salvado la vida de quizá
millones de personas) y que murío apenas unos días antes que el
visionario fundador de Apple mientras este agonizaba con su cáncer,
quedan en un discreto tercer o cuarto plano...
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